martes, 22 de septiembre de 2009

INTRODUCCION

INTRODUCCIÓN

Desde hace un tiempo el psicoanálisis más clásico ha entrado en una situación crítica al no ofrecer instrumentos para abordar las nuevas problemáticas que afectan a nuestros pacientes inmersos en los contextos del mundo actual tan aceleradamente cambiantes. La obra pionera de Winnicott, sin desdeñar los logros ya obtenidos, introduce en nuestra disciplina una extensa serie de desarrollos, cambios e innovaciones que obligan a re-pensar buena parte del corpus teórico-técnico en el que nos hemos formado.

Este autor, que participó activamente en las dos guerras mundiales y fue testigo lúcido de los desastres que ambas infligieron al mundo y a su Inglaterra natal, advirtió ciertos hechos clínicos que, en ese período, empezaron a presentarse con inusitada frecuencia en niños y adolescentes: tendencias antisociales y psicosis. Simultáneamente también en adultos, un incremento de síntomas de las hoy llamadas patologías borderline. Desde su perspectiva, ni el paradigma freudiano ni el kleiniano ofrecían soluciones teórico-técnicas plenamente válidas para encarar dichas problemáticas. A su entender no terminaban de dar cuenta de esas patologías la necesidad de castigo, la culpa, el monto innato de pulsión de muerte o la envidia. La explicación etiológica que remite únicamente a conflictos pulsionales intrapsíquicos, sin considerar la importancia de los factores externos, tampoco le resultaba convincente.

Winnicott, psicoanalista y pediatra, fue deslizándose hacia la psiquiatría infantil cuando ésta aún no existía como especialidad. Como clínico necesitó considerar minuciosamente la inmadurez inicial del ser humano y la importancia que, subsidiariamente, adquirían los primeros cuidados brindados al infans.

Como consecuencia, propone perspectivas radicalmente innovadoras de las que enumeraremos algunas. Para Winnicott el concepto de necesidad precede y se suma al de deseo; el monismo sustituye al dualismo; la agresión primaria no intencional, acompañada de ciertas respuestas ambientales adecuadas, determina cambios estructurales en los primeros momentos de vida tan importantes como la aparición de lo externo en su calidad de tal, la diferenciación yo/no yo y la inauguración de la fantasía; la regresión defensiva pasa a ser un mecanismo que remite no sólo a puntos de fijación libidinales sino además a fases de dependencia; en los casos de detención o desviación del desarrollo las fallas de la madre revividas con el terapeuta pueden convertirse en oportunidades para la recuperación; la clasificación psicopatológica cambia en forma notable si se la sustenta en la teoría de la dependencia que caracteriza a los seres humanos; las técnicas de tratamiento modificadas, alguna de duración brevísima como la “consulta terapéutica” con su “juego del garabato”, extienden significativamente el campo de aplicación del psicoanálisis; el “self verdadero y falso” y “lo transicional” conforman nuevos ejes del desarrollo sano y de los objetivos de la prevención, del diagnóstico y de la práctica psicoterapéutica; las marcas que quedan grabadas a partir de experiencias no verbales y/o no representativas, que superan ampliamente en número a todas las comunicaciones que se hacen a través de la palabra, cobran fuerte significación y exigen consideraciones teórico clínica, hasta ahora insuficiente; las “actuaciones” del paciente o del terapeuta, antes consideradas cuasi pecados, adquieren un nuevo status comunicacional. Esta enumeración que, además de abigarrada puede parecer larga, es, en verdad, extremadamente incompleta…

Un ejemplo de cambio entre tantos otros posibles: el profesional se concibe como una “persona total” que inevitablemente pone en juego su compleja subjetividad en todo momento de cada sesión. Las características estables y predecibles, pero naturalmente también cambiantes de la personalidad del terapeuta, pasan a considerarse parte del “marco terapéutico”, entidad subjetivo-objetiva, interno-externa o, al decir de Winnicott, “transicional” que adquiere una importancia sustancial como elemento terapéutico que modifica la definición y el uso de lo clásicamente llamado contratransferencial. Hoy resulta casi imposible concebir la figura del terapeuta como la de un personaje predominantemente neutro y abstinente, casi exclusivamente atento a hacer consciente lo inconsciente e instalado dentro del paisaje tradicional del consultorio artificialmente considerado como inexpugnable fortaleza supuestamente impermeable a los avatares del mundo externo.

Al proceso terapéutico Winnicott lo concibe, según fórmula no por conocida menos sorprendente, como una situación en la que dos personas se comunican empáticamente “jugando” juntas. Apuesta no sólo a la interpretación sino, fundamentalmente, a lograr experiencias compartidas que apuntan al autodescubrimiento que, como por arte de magia, a veces logra el paciente gracias al vínculo con su analista. Este “proceso terapéutico jugado” adquiere mayor relieve por su relación con el simbolismo, con lo metafórico, con la co-creatividad, con la emergencia de la riqueza personal y vincular así como por todo lo relacionado con la inmersión en lo cultural, en el más pleno sentido del término que, para Winnicott, y queremos destacarlo particularmente, elude cualquier forma de elitismo o de mero proceso intelectual aislado que pueda darse en un individuo o grupo.

Un colega, con el que coincidimos, comenta “lo revolucionario de Winnicott, su vigencia y universalidad, cada día en aumento y, fundamentalmente, su condición de riguroso e implacable sostenedor de ambigüedades”. Destaca la insistencia de Winnicott en “eludir la certeza, camino fácil para aliviar la tensión de lo contradictorio tan presente ayer, hoy y mañana en todos los aspectos de la vida”. Y culmina subrayando que el suyo es un verdadero “pensamiento libre que se opone al dogma” que a menudo invade los territorios del “saber” psicoanalítico.

Winnicott rechazaba fuertemente “ismos” e “istas” pero, aún cuando nunca se lo propuso, su pensamiento ha prendido en la mente y el corazón de mucha gente generando alrededor de su obra lo que él llamaba “locuras compartidas”, curiosa explicación que Winnicott ofrece respecto del origen de vínculos y amistades significativas que surgen alrededor de intereses comunes. Sólo así se explica el extraño fenómeno de los 17 Encuentros Latinoamericanos sobre el Pensamiento de Winnicott a los que tanta gente, hoy amiga, sigue asistiendo con entusiasmo y fidelidad.

La originalidad que atraviesa los conceptos de Winnicott incluidos en este texto así como aquellos a los que aquí no nos referimos, justifica el hecho de que la visión que este autor propone pueda ser considerada como un punto de inflexión que resulta imposible ignorar cuando nos disponemos a ejercer nuestra profesión hoy día. Esta situación ha llevado a pensar a más de un especialista, que estamos frente a un cambio de paradigma, ante un nuevo modelo que pretende explicar la constitución de la subjetividad, del funcionamiento psíquico y de las relaciones interpersonales. Adherimos a esta corriente de pensamiento sin desconocer que tal propuesta provoca encendidas polémicas.

En este libro incursionamos en algunas de las múltiples propuestas fértiles que ofrece Winnicott no sólo para la práctica clínica del psicoanálisis sino también para mejor vivir. Nos hemos detenido sólo en algunos temas que nos resultaron atrayentes o ineludibles por motivos de la más diversa índole. Referirnos a todos, se sabe, sería tarea imposible…
Todo aquél que haya intentado investigar la esencia y evolución de cualquier concepto de Winnicott sabe que para cumplir dicho objetivo es necesario recorrer todos sus escritos. El estilo de escritura en red y el uso de paradojas propio de Winnicott, hacen difícil el intento de una sistematización organizada de las ideas de este autor con el que nos sentimos tan afines. Puede haber quien considere que hemos teñido nuestras reflexiones de una cierta “linealidad” o “racionalidad” no compartible. Si embargo sentimos la necesidad de consignar que nos esforzamos por ofrecer estímulos destinados a promover la reflexión personal, intentando diseñar esbozos o garabatos (squiggles) incompletos que consideramos mejores facilitadores del intercambio vivo que cualquier obra cerrada.

La inclusión de citas de Winnicott al final de cada capítulo obedece al deseo de que el lector no quede restringido a la versión que ofrecemos de los diferentes temas. Cualquiera podrá, si lo desea, contactar en forma directa con textos del autor que refieren a ellos. No se nos escapa que con este dispositivo acotamos en parte la libertad que pretendemos ofrecer ya que, obviamente, la elección de las mismas nos pertenece. Pero ¡qué gusto nos dio encontrarlas, seleccionarlas e imaginar que otros podrían compartir el interés y la sorpresa que ellas despertaron en nosotras! Quizás éste sea momento propicio para citar a un poeta chino cuyo nombre no conocemos que dice algo así: “… hermoso sería aquel libro que, al modo del árbol, renovara cada año sus hojas, siendo siempre el mismo; o el mismo libro, sólo que su lectura es diferente por la mañana y en primavera que por la tarde y en otoño.”

Más allá de las dificultades y los empantanamientos que caracterizan a cualquier esfuerzo de esta naturaleza deseamos subrayar que, esta tarea, hecha en forma individual, en dupla o en equipo nos ha procurado experiencias placenteras y la posibilidad de expresar con libertad nuestro sentir acerca de la obra de este autor y de muchos otros asuntos conexos.

Como no podría ser de otra forma los temas aquí tratados ofrecen una visión particular de la obra de Winnicott: la nuestra. Pero, en un aparente razonamiento por el absurdo debemos reconocer que ella es, a su vez, producto de infinitos intercambios con muchísimas y muy variadas personas y experiencias. En ese sentido, nos gustaría que nuestro trabajo se entendiera como una versión polifónica o coral en la que han contribuido las voces de todos aquéllos con quienes hemos compartido reflexiones acerca del pensamiento de Winnicott en forma directa o indirecta. Nos referimos a docentes, colegas, alumnos, pacientes, amigos, familiares. También a innumerables creadores, famosos o anónimos, y a gustadores sensibles de productos culturales de diversa índole con los que hemos compartido emociones fuertes que, a nuestros ojos, parecen estar impregnados del espíritu de Winnicott… ¿O viceversa? ¿No será que la producción de Winnicott, y él como persona pueden explicarse mejor si consideramos su tendencia a sumergirse en la cultura que lo rodeaba dejándose moldear parcialmente por ella, al tiempo que procuraba no renunciar a su esencia?

Vaya, pues, nuestro sincero agradecimiento a tantos interlocutores válidos que aquí y allá, ahora y entonces, hemos encontrado en el camino de la vida y consideramos coautores de este libro. Sus muchas voces se unen a las nuestras toda vez que intentamos responder a la simple pregunta que terminó siendo el título del libro que aquí presentamos: ¿de qué hablamos cuando hablamos de Winnicott?

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